La fragilidad de las flores [Libre]

Con infinita pereza levantó una de sus manos hasta alcanzar el sombrero que desde hacía casi una hora se deslizaba sobre su rostro. Aquella tarde soplaba una fresca brisa que aliviaba el calor que generoso obsequiaba el astro rey, resplandeciente en el cielo despejado y arrancando infinitos destellos de color a cada hoja de los árboles que en ese momento cobijaban a la niña en su sombra. Quitó el sombrero de su cara y le dejó descansar sobre la falda del vestido rosa pastel de mangas cortas que caía suavemente hasta sus rodillas, dándose un minuto para sentir el viento jugar con las puntas de su corta melena antes de abrir los ojos lentamente y deleitarse con el hermoso espectáculo que aparecía frente a ella. Y que la llevaba al mismo lugar desde hacía ya dos años.

Un claro emplazado casi en el corazón del bosque. Atiborrado de millones de flores multicolores hasta donde alcanzaba la vista o volvían a alzarse los árboles cuyas copas albergaban más de un nido de avecillas que de vez en cuando acompañaban a la rubia con sus cantos. Era su lugar favorito. Cada vez que se presentaba ocasión de partir sin preocupar a su abuelo, normalmente las tardes cuando el hombre debía atender importantes juntas y regresaba al anochecer, salía cuidando no despertar sospecha alguna entre las vecinas chismosas que vivían cerca de la casona y se internaba en el bosque. Cada vez que daba ese paseo necesitaba tomar esa precaución, sabía perfectamente que su abuelo jamás le permitiría hacer algo así y a su edad un disgusto podía ser algo riesgoso; pero ya iban dos años en los que sus pequeñas excursiones seguían siendo su pequeño secreto.

Se desperezó y acomodó con cuidado los mechones que la brisa había desordenado antes de levantarse del pie del árbol donde estaba apoyada y avanzó tranquilamente entre las flores. La fragancia del pequeño campo era dulce y embriagadora. Casi en el centro del claro se detuvo, arrodillándose ante unos botones blancos que aún no florecían mientras pensaba cuánto tiempo más se harían esperar para obsequiar su belleza al bosque y, absorta en su contemplación, empezó a tararear una pequeña tonada con voz ligera y cristalina. Tal vez a las flores les gustaría y querrían abrirse al sol.

El balido de las cabras la hizo regresar a tierra, tan absorta estaba en su contemplación que de no haber sido por los animalitos de seguro no se hubiera percatado de la persona que ahora aparecía en el claro. Apartó la mirada de los botones sin abrir buscando la fuente del sonido, esperando encontrarse con uno que otro animal errante, pero el descubrir que las criaturas rodeaban a ese joven rubio se le hacía muy curioso. Suponía que no era la única persona que había encontrado ese lugar perdido en el bosque, pero jamás se había cruzado con otra persona allí, y se le hizo aún más curioso al oírle hablar ¿Acaso le saludó en alemán?

Recordaba el haber estudiado algo del idioma hacía un par de años cuando debió acompañar a su abuelo en un viaje a Liechtenstein, por alguna razón el pequeño principado la hacía sentir nostálgica, como si formara parte de ella pero no supiera porqué; pero ya se estaba perdiendo nuevamente en sus pensamientos... como hacía casi todo el tiempo, especialmente en ese campo de flores. No podía creer que estuviese olvidando sus modales, no quería ni imaginarse lo que su maestra de etiqueta le diría de enterarse; con sumo cuidado se levantó y efectuó una grácil reverencia al hombre. - G-guten Tag, mein Herr -

Ahora dudaba si quedarse en el lugar, no quería ser una molestia para el otro, miró alrededor buscando si había algún rincón donde ella pudiera quedarse sin importunarle mas pronto desistió al detener por completo su vista en los animales del joven: se le hacían tan lindos. Un ligero tono rosa se instaló en sus mejillas mientras seguía con los ojos fijos en las cabras, sosteniendo su sombrero contra su pecho, imaginando qué se sentiría al tocarlas pero no se atrevía a acercarse. Su joven amo le parecía estar en una postura algo intimidante y la ponía nerviosa.



*Buenas tardes, señor.